domingo, 1 de agosto de 2010

(Nice Dream)

Es raro cómo en los sueños parece que vemos las cosas desde afuera, pero nuestra posición nunca es clara, no somos algo corpóreo sino más bien una especie de nebulosa, observamos todo y desde cualquier ángulo, conocemos personas aunque sus caras no sean familiares, sabemos lo que piensan y no dicen y si dicen realmente lo que piensan, sentimos a través de ellos, vivimos en ellos, son marionetas y nosotros los titiriteros que disponemos de sus hilos cuando le cerramos la puerta a la consciencia.
Para nosotros y a los fines prácticos, las personas existen en tanto tengamos de ellas algún recuerdo; en el sueño las inventamos, las creamos a nuestro gusto porque cuando nos despertamos no podemos revivirlas, ahí reside nuestra pequeña y sutil venganza, en ser los dueños absolutos, directores de orquesta que construyen sinfonías con notas inventadas porque la escala no es lo suficientemente amplia para nosotros, porque siempre queremos más.
El sueño es nuestro egoísmo en su más pura esencia, hacemos y deshacemos, quebramos reglas, voluntades, en el sueño deseamos a la mujer del prójimo, mentimos, robamos, matamos con la sangre más fría de todas.
En los sueños jugamos a ser Dios.

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