¿Quién otro, sino vos?. Parece lógico. Pero no está bien. No es bueno entregarse completamente a otro. Nada positivo puede surgir de tal alienación. Entiendo que sea magnético sentirse así, un poco en el aire, un poco en la tierra, como quien no quiere, quien teme dejarse caer. Pero después de todo, ¿qué derecho tenés a robarte así mi sonrisa? Porque cuando se cae definitivamente comienza la cuestión. Cuando se pierde toda conciencia, ahí arranca el juego. El más tentador e irresistible de los juegos; sabe atraer y sabe dominar. Un plan perfecto, una combinación explosiva. Querer es un juego intrincado, posesivo y fascinante. El ganador nunca queda claramente establecido y no se sabe realmente qué ha ganado. El perdedor, pierde absolutamente todo.
Cuando termina, se vuelve a la propia naturaleza, se patea el tablero y se guardan las piezas bajo llave. Se tiene nuevamente todo el cuerpo bajo control, la mente agotada y las uñas, afiladísimas. Y que alguien se atreva siquiera a acercarse.
Sin embargo, trágicamente, irremediablemente, se vuelve a caer. Se archiva el pasado, se esconden las garras, se abre el telón y que comience el espectáculo. Coloco con cuidado mi felicidad en tus manos y sonrío, con los ojos bien abiertos esta vez.