martes, 21 de septiembre de 2010

crazy train



cruzo la calle apurada sin esperar el semáforo, corriendo apenas por detrás de un taxi, sigo unos metros más pero ya escucho la campanita y me freno junto a la barrera.
se escucha a lo lejos el sonido de las vías, del gigante que se acerca con rugidos de alerta. con el pulso a mil por el apuro en vano y la sensación de estar desperdiciando 5 valiosos minutos de mi vida, me dispongo a cederle paso a ese gran chucu-chú repleto de gente que viaja toda junta y toda revuelta, hacia un mismo destino pero con destinos diferentes.
ruido a acero imparable sobre ruedas, cada vez más cerca y se me vienen a la mente los versos de esa canción..

Hay días para quedarse a mirar

increíble mi suerte, atrapada entre lo inevitable y el bad timing, formando parte de ambos mundos pero estando bien afuera de ambos, con el espectáculo del sol que sube de a poco, y una sonrisa por que sí..

hay días en que hay poco para ver

muy poco para ver, realmente, parada ahí por arte de magia, la campanita indicando sutilmente que debo detener mi agenda por 5 minutos para ser el target de cientos de ojos que me ven desde la ventanilla pero que quién sabe si realmente me miran..

hay días sospechosamente light

se acerca sin prisa, entre tantos rieles desiertos como un intruso en el paisaje que comienza a ganar terreno. nadie más espera conmigo, ningún auto fundamenta la barrera, nadie llama a mi celular exigiendo excusas, ¿por qué tardás tanto?, casi con recelo canto los versos en mi mente.. sospechosamente light, sin imprevistos..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

se acerca sigiloso y pasa frente a mi en un remolino de metal caliente y pañuelos agitados por el viento, una mirada tras otra y otra, tan veloz que parece no moverse... y entonces sucede, el viento sobre la cara y el remolino es en mi cabeza: imágenes, perfumes, el sabor dulce del reencuentro platónico..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

y lo deseo con toda el alma, aprieto los ojos y esa bocanada tibia hace volar algunas lágrimas

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

no te vayas..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

tantas veces me escapé bajo tierra del paso a nivel, el paso a este otro mundo, y sin embargo ahora..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

que nunca le falte nada..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

chucu-chú, chucu-chú, los ojos mojados y un frío repentino

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

no me olvides..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

chucu-chú, chucu-chú, el tren, el corazón.

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

que se cure..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

chucu-chú, chucu-chú, cada vez más lejos

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

no te mueras..

hay un deseo que pido siempre que pasa un tren

chucu-chú, chucu-chú, y soy yo la que se va también

sábado, 11 de septiembre de 2010

péndulo





Estar bien, estar mal, no estar, todo es igual. Eventualmente se pasa de lo uno a lo otro, como en un juego. Cuando nada nos hace bien, lo que nos hace mal resulta una triste tentación, para saber que el corazón sigue latiendo, aunque no se escuche, aunque no tenga ganas. Nos aferramos, casi por instinto, casi por capricho, y comenzamos a caminar en la cuerda floja. Nos balanceamos lentamente, estar bien, estar mal, no estar, peligrosamente, estar bien, estar mal, no estar. Todo es lo mismo y seguimos caminando, cada vez más lejos de donde empezamos, miramos atrás y es tan borroso que nos asusta. Miramos adelante y lo que nos hace mal está ahí, ofreciéndonos la mano. La tomamos sin dudar y concientes de estar jugando con el doble filo. Sentimos la electricidad inmediata, nos llenamos de ese frío inevitable. Pero estamos vivos, eso es seguro, los latidos no mienten. Nos avisan que hay peligro, que no bajemos la guardia. Avanzamos más y la cuerda baila bajo nuestros pies, a un lado y a otro. Estar bien, estar mal. A un lado y al otro, estar bien, estar mal.

viernes, 3 de septiembre de 2010

máscara

Sonreís, y el miedo queda por detrás. Es tan fácil. Cerrar los ojos y verte, sonreír para seguir viviendo. Por la calle son tantos los ojos y te convencés que ninguno como ésos que alguna vez fueron tuyos. Sabés que es absurdo, y aun así sonreís porque nada te asusta más que mostrarte vulnerable.