lunes, 25 de octubre de 2010

Go to the mirror / Smash the mirror

A medida que se acercaban se miraron por unos instantes, ella con ojos vacíos, él lleno de cansancio. Mientras tomaba asiento y un poco obligada por las circunstancias, se imaginó la escena vista desde afuera. Le pareció que debía verse ridícula, como si formara parte de un cuadro surrealista. Él la veía inmóvil, con la mente viajando quién sabe a dónde, el pelo recogido casi por casualidad, los labios entreabiertos y deliciosos y esa cara de incompatibilidad con el contexto. Le pareció que estaba más linda que nunca.
Cuando estuvo todo listo ella sintió otra vez que las circunstancias le imponían ciertas reglas tácitas a su comportamiento, la obligación de hablar fue mayor que las ganas de decir algo.
Mirándolo apenas a través del grueso vidrio y con el pulso firme de todo corazón destrozado, levantó el auricular. Él al otro lado hacía lo mismo, con las manos forzadas a permanecer juntas, como alguna vez habían estado las suyas y las de ella.
Así estaban los dos ahora, unidos en esta especie de espejo roto, dos reflejos distintos moviendose a la par por última vez, dos dimensiones envueltas en una habitación sin ventanas y sin futuro, un mismo camino bifurcándose y el olor espeso de la despedida en el aire.
Ya no voy a volver, le dijo sin tristeza, pero sabiendo que esa voz no era la suya. Sin esperar respuesta y sin siquiera colgar el comunicador se levantó e intentó no darse cuenta cómo la miraba ni cuántas veces sus puños se agitaron contra el vidrio.
Caminó hasta la puerta de salida y comprendió que era ella la que caminaba hacia el patíbulo, era ella la que iba de vuelta a esa celda oscura y húmeda, a esa otra vida que le había tocado. Se detuvo con la mano en el picaporte sintiendo que estaba por salirse de la ruta de una vez y para siempre, no más rotondas, no más retomar y volver a andar, era cuestión de llegar a destino. Miró por sobre su hombro y lo vio sentado todavía, con ambas manos aferrando ese absurdo teléfono y los ojos empapados fijos en ella, suplicantes pero ciegos, llenos de un amor inmenso por una persona que ya no existía, por un corazón que había dejado de latir.
Volvió a observar su mano pálida en la puerta, bastaba sólo hacer una mínima fuerza y girar... a lo lejos escuchaba los golpes desesperados que retomaban contra el vidrio, hacía falta dar media vuelta y un par de pasos... en su cabeza, la última palabra se debatía irrevocablemente mientras intentaba imaginarse cuál de las dos muertes sería peor.

martes, 12 de octubre de 2010

love is like a rainbow

pasan las cuadras, los autos, los semáforos verdes, amarillos y rojos, pasan los minutos y el cielo se hace naranja, quiero pintarme las uñas de infinitos colores y que tener tu mano entre las mías sea como tener el sol entre dos arcoiris, encontrar el tesoro en el camino y no al final, que llueva con sol, que los colores brillen para los dos.