viernes, 20 de agosto de 2010

sin título III

hoy es un día para cerrar la puerta y dejarte del otro lado, para que no me veas, para olvidar las máscaras y contar las flores del jardín de otro, cerrar los ojos e imaginar que las ventanas dan al mar, que es verano y todavía no te moriste, para evitar esas palabras pesadas, para quitarle a estos dedos los nudos de la razón.

sábado, 14 de agosto de 2010

contraste de fases

No soy esa que me ve desde el espejo, pero casi. Es mío el reflejo, pero no logra engañarme. Hay alguien más queriendo entrar en la foto, sin pedir permiso pero esperando su oportunidad. Mis contradicciones, mis sinsentidos, son su campo de batalla. Mira a través de mis ojos y se entremezcla con mis miedos como planta venenosa.
Cuando dudo soy ella, ese pequeño monstruo, cuando me cierro es ella la que muestra los dientes. Es la tormenta, pero también el aire fresco. Dos cargas opuestas que no pueden sino atraerse, dos caras de una misma moneda que no pueden más que darse la espalda.
Si presto atención puedo reconocerme debajo de ese escudo de piel, detrás de esos ojos cautos y esa lengua filosa. La risa, el roce, la chispa de locura, sepultados del otro lado de esa máscara que usa mi nombre, mi cuerpo y que dice ser yo. No nos entendemos y en el fondo somos la misma cosa, la misma esencia. Un mismo ser, dividido.

martes, 10 de agosto de 2010

hit the road, Jack



te esperé porque veía el mundo en tus ojos, el mundo de tu cabeza que amenazaba con envolverme, a su manera, a su tiempo. entendí que no podía apurarte, que tu libertad está precisamente en tus ganas de encerrarte en vos mismo y me encantó sabernos tan parecidos en nuestras diferencias. elegí seguir el mundo que querías, no el que inventaban tus ojos porque ya no me veían, no como antes, lo veía en mi mente, soñaba tu mundo y vos no me veías, pero ahí estabas, estábamos, juntos en el sueño pero nunca mirándonos, en un mundo que no era compartido y que se iba con sólo abrir los ojos.
de tanto no-mirarme me olvidé un poco, tu cabeza se volvió opaca, no brillabas para nadie, ni siquiera para vos, eras como un sol desperdiciado.
dejé de mirarte y fue lo mismo, igual de libre estando igual de encerrado, compartiendo tu mundo con todos pero tu cabeza opaca intocable, tu jaula. y no me animé a animarme, a avanzar hasta sentir la presión de tus límites, hacer ceder la cerradura, porque mis ganas no eran tus ganas y en tu mundo no existía lugar para mi libertad que no es jaula, que no es cabeza opaca intocable, mi sol que es estrella y es para todos.
y ya no te espero porque el tiempo es tirano y hoy, para mi, esperarte es no llegar. esperarte es no llegar nunca a ningún lado, y yo ya estoy cansada del camino.

viernes, 6 de agosto de 2010

epílogo

Tenía el maquillaje corrido, el pelo desordenado y esa actitud de mujer fatal un tanto desgastada. Estaba sentada en el piso la primera vez que la vio, con las piernas enroscadas como la serpiente que pretendía ser. Creía que el dolor era bajar de un atado a tres puchos por día o cortarse con papel. Se miraba las uñas descoloridas casi por hacer algo y no fue hasta que levantó la vista que él se dio cuenta que tenía la cara cruzada por una gran cicatriz. Trató con todo de no mirarla fijo y fracasó rotundamente. Ella le devolvió unos ojos sin ganas por detrás de los mechones de pelo rojizo, al tiempo que encendía un cigarrillo y le ofrecía una pitada. Aceptó sin saber por qué y sintió el sabor dulce que le había dejado al filtro, como una pequeña invitación. Se lo devolvió y recibió a cambio una ligera electricidad cuando sus dedos se rozaron. Mientras se sentaba, el frío palier se opacaba por la niebla y por la noche que se abría paso. El silencio era el marco ideal para ese ir y venir de soledades, del cigarrillo de boca en boca, del pasillo desierto y el humo formando remolinos entre los dos, franqueando ese abismo que entraba en los pocos centímetros que los separaban. Podrían haber pasado horas o tan sólo unos minutos, podría haberle hablado, preguntarle cómo se llamaba, cuál era su flor favorita, qué canciones la hacían llorar. Nada de eso importaba, su nombre, su historia, eran tan irrelevantes como esa cicatriz, detalles que le habrían interesado a cualquier espectador.
Fumaba pensando en la manera de irse, pero con cada bocanada comprendía que iba a permanecer ahí indefinidamente, junto a ella que no le hablaba, que lo atraía con la fuerza tácita de un imán delicioso, reduciéndolo a ser un pequeño y simple alfiler, a su lado irresistiblemente. Imaginaba cómo sería su voz entre esos labios… No, no necesitaba preguntas, le alcanzaba con contemplar a esa criatura adorable de ojos castaños y creer que bien podrían haber pasado horas, sabiendo en verdad que había pasado toda su vida.

jueves, 5 de agosto de 2010

a momentary lapse of reason

Cansado, busca en su bolsillo. Encuentra las llaves, las usa, las devuelve a su lugar. Piensa en prender las luces pero desiste, no hay nada que ver ni nadie que lo vea llegar. Se descalza. En el suelo, los restos de una despedida apresurada, los pedacitos de su vida, inmóviles. Se dirige al baño, deja correr el agua, se detiene en el espejo. Trata de recordar de qué color eran esos ojos que apenas lo miran. Se enjuaga la cara, quizás un intento por refrescar la memoria, probablemente sólo un capricho de la rutina. Vuelve al espejo, más borroso, pero igualmente vacío. Tras una ducha rápida abre la heladera, la observa, la cierra. No sabe si tiene hambre, todo le sabe amargo.
Se refugia en el fondo del sillón, en las páginas de un libro ya leído. Lo hojea, lo devuelve a la biblioteca. Mira una película pero no logra seguir el ritmo de los subtítulos; los protagonistas le parecen previsibles, bien podrían ser él y ella, jugando a ser otros, a actuar un papel estúpido. La historia termina y el final feliz se le antoja ridículo. Cambia mecánicamente los canales sin detenerse en ninguno, hasta que se aburre. Vuelve a la heladera, pero entonces recuerda que ya no come y cierra otra vez la puerta. Maldita costumbre. Se le ocurre servirse un vaso de agua, pero tampoco. Nada sirve, él no sirve.
Los ojos oscilan sucesivamente entre la puerta y el teléfono, es consciente de que es inútil, es consciente de que es inevitable. Quisiera perder esa consciencia, acostarse, dormir sin soñar con su risa, despertar ayer.
Por la ventana entran voces ajenas, pero escucha algunas propias también, ecos, recuerdos, pensamientos. Se siente aturdido y no alcanza con cerrar las cortinas. Se siente solo y no alcanzan tantas voces para quitarle la nostalgia. No entiende en qué momento torció el rumbo, no entiende por qué no puede remediarlo. El cerebro adormecido y los ojos irritados le recuerdan sus errores, su triste vulnerabilidad. Se siente caer y sabe que no tiene aquellos brazos que lo salvaron tantas veces. Nada le importa, está decidido a corregirse, a cualquier precio, a cualquier resultado.
Descuelga el auricular y marca 8 cifras de memoria. Del otro lado, el tono de llamada, monótono, la nada, el mundo entero.

domingo, 1 de agosto de 2010

(Nice Dream)

Es raro cómo en los sueños parece que vemos las cosas desde afuera, pero nuestra posición nunca es clara, no somos algo corpóreo sino más bien una especie de nebulosa, observamos todo y desde cualquier ángulo, conocemos personas aunque sus caras no sean familiares, sabemos lo que piensan y no dicen y si dicen realmente lo que piensan, sentimos a través de ellos, vivimos en ellos, son marionetas y nosotros los titiriteros que disponemos de sus hilos cuando le cerramos la puerta a la consciencia.
Para nosotros y a los fines prácticos, las personas existen en tanto tengamos de ellas algún recuerdo; en el sueño las inventamos, las creamos a nuestro gusto porque cuando nos despertamos no podemos revivirlas, ahí reside nuestra pequeña y sutil venganza, en ser los dueños absolutos, directores de orquesta que construyen sinfonías con notas inventadas porque la escala no es lo suficientemente amplia para nosotros, porque siempre queremos más.
El sueño es nuestro egoísmo en su más pura esencia, hacemos y deshacemos, quebramos reglas, voluntades, en el sueño deseamos a la mujer del prójimo, mentimos, robamos, matamos con la sangre más fría de todas.
En los sueños jugamos a ser Dios.